sábado, 17 de enero de 2009

Machu Pichu "Un día inolvidable"


Wayna Picchu cubierto con espesa niebla.


Llama viendo aves con la casa del guardia de fondo




Flavia en Machu Picchu.


Espesa niebla en Machu Picchu.


La roca sagrada.


La ciudadela inca desde la casa del guardia.


La foto típica desde la casa del guardia.


El templo de la Luna en Wayna Picchu.


Rodrigo descansando antes de llegar a la cima del Wayna.


Llamitas.


El palacio de las vírgenes al fondo.


El templo del Cóndor.


Nos levantamos el 28 de diciembre a eso de las 4.30 de la mañana, luego de haber dormido plácidamente con el ruido y la fuerza del río Urubamba de fondo. Compramos los tickets y fuimos a tomar el bus que te lleva a la ciudadela, habiendo comprado dos sandwiches y agua en el pueblo porque arriba está todo carísimo.

Qué decir de Machu Picchu, lo primero es que es mucho más bella de lo que puede captar hasta el mejor fotógrafo. Lo segundo es que es imposible contemplarla sin quedar admirado y emocionarse hasta las lágrimas.

La magia de Machu Picchu radica en que recién en 1911 llegó Hiram Bingham (que no fue su descubridor porque la gente del lugar la conocía hace siglos), por lo tanto no pudo ser saqueada y destruida por los españoles como el resto de las ciudades incas.

Cuando llegamos nos apuramos para sacar el ticket que te permite subir al Wayna Picchu o montaña joven (pueden subir solo 400 personas por día), lo saqué y pedí subir con el grupo de las 10am porque si lo haciamos en ese momento estaba todo nublado y no ibamos a ver nada, así que nos arriesgamos y nos salió bien porque recién a las diez empezó a despejarse.

Mientras tanto, disfrutamos de la ciudadela oculta entre las nubes y la bruma, que la hacían aún más mística y misteriosa. Contratamos a una guía local que estaba con un grupo y nos cobró 30 pesos entre los dos para contarnos y guiarnos por Machu Picchu por dos horas y media.
Vimos entre otras cosas, el Intiwatana ("dónde se amarra el sol"), el templo del Cóndor que simboliza la vida despúes de la muerte, el templo de las virgenes y todo el resto de las edificaciones, estructuras fuertes y estables en las que se ve la unidad escencial del hombre y la naturaleza.

A las 10am empezamos a subir el Wayna, nos costó mucho muchooo esfuerzo llegar a la cima y 1 hora y media de dura caminata, pero una vez arriba es imposible no conmoverse por el esplendor de la naturaleza, ya que el paisaje es sobrecogedor.

Una vez en la cima en vez de volver como la mayoría de las personas por el mismo camino que habíamos subido, dimos la vuelta entera al Wayna para encontrar la gran caverna que era el templo de la Luna. En total, caminamos 5 horas en la montaña joven, pero a pesar de que fue muy duro, pudimos conocer un paisaje selvático, ir a dónde otros no van y sobre todo encontrar la soledad y la paz total, alejándonos de la ciudadela a la hora en que llegan la mayoría de los tours y se satura de gente.
A las 4 bajamos del Wayna y todavía tuvimos tiempo de subir a la casa del guardia de donde se obtiene la postal típica del Machupicchu y donde nos sentamos a contemplar el paisaje y a relajarnos para sin lugar a dudas poder decir que este fue un día inolvidable para el resto de nuestras vidas.

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